Una boda en el bosque

No te pierdas esta romántica boda en el bosque con toques retro y vintage. ¡Una de las más especiales que he visto!

Rebeca y Diego se conocieron hace casi 6 años en un bar del madrileño barrio de Malasaña a través de un amigo en común. Un flechazo instantáneo, ¡como en las películas!

Y yo conocí a Rebeca a través de Wild Pony, marca de ropa para invitadas de la que Rebeca es directora de comunicación y RRPP y en la que juntas trabajamos en esta campaña tan bonita y tan natural que podéis recordar aquí.

Como si de una novela romántica se tratase, Diego decidió pedirle matrimonio a Rebeca en la ciudad del amor, París. Concretamente en el Templo del Amor del Petite Trianon de María Antonieta, un kiosko de música del S. XVII rodeado por un estanque con patos. Y ella, Rebeca, decidió casarse en Ponteceso (La Coruña), el pueblo natal de los padres de Rebeca.

Para el gran día y tras una ardua búsqueda, Rebeca escogió un vestido de las diseñadoras gallegas 6éme galerie de estilo boho chic adquirido en la boutique Brancucci de La Coruña.

Se trataba de un vestido lencero de crepe de seda blanco bordado a mano en su totalidad con diminutas cuentas que daban por resultado una enredadera de pequeñas flores. Como detalles especiales destacaría los tirantes finos y la espalda algo escotada en forma triangular.

Como guinda final, decidió personalizarlo incluyendo un llamativo tul bordado de paillettes formando motivos de corales marinos que escogió en Tejidos Fidalgo. A partir de este, comenzaron a brotar nuevas ideas que posteriormente fueron materializadas gracias a la ayuda del atelier de Teresa de Brancucci. Se añadieron las mangas acampanadas, los detalles en el pecho y la espalda, el velo de tul de seda a dos capas y una cola muy liviana. ¡Uno de los trajes con más detalles que he podido ver!

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De la peluquería y el maquillaje se encargó Nacho Fernández, porque lo primordial para Rebeca era rodearse en su gran día de gente de confianza como así fue. A Nacho le conoce desde hace tiempo por motivos labores y le describe como un verdadero artista perfeccionista y entregado.

Para completar el look, Rebeca aderezó su pelo una corona de flores naturales a juego con el ramo compuesto por rosas austin, rosas de pitiminí, lisianthus y otras flores silvestres que diseñó junto a la florista Mónica de En el nombre de la rosa.

En cuanto a las joyas, quiso darle todo el protagonismo a su anillo de pedida; una roseta de diamantes de Aristocrazy y la alianza; un pavé de diamantes de Suárez.

Rebeca quiso aprovechar el momento para comprarse uno de los zapatos con los que llevaba años soñando, el modelo rockstud de Valentino en charol color nude y tachuelas doradas. ¡Chica lista!

La ceremonia tuvo lugar en el Pazo de Sergude, en Ponteceso (La Coruña). Un lugar maravilloso a pocos kilómetros de la casa de su infancia que tenía todo lo que Galicia significaba para ella y donde podía crear la boda en el bosque que siempre había soñado: verdes frondosos, mil rincones llenos de misterio y mucha magia. No lo dudaron ni un instante, querían casarse allí.

Para la ceremonia eligieron cubrir el césped con alfombras vintage, colocaron unas sillas Napoleón doradas decoradas con encaje y rosas e incluyeron una cortina de macramé con flores a modo de arco. También se dispusieron libros antiguos en las mesas y detalles que aportaban ese toque retro que tanto les gustaba a los novios.

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Rebeca hizo la entrada acompañada con su padre, sus primas y su perrito Bruno con la canción «Ceremony de New Order».  Se casaron en un rincón fascinante del mismo pazo, en un pequeño bosque protegidos por los árboles. Fue una celebración muy íntima, divertida y personal.

También contaron con la presencia de Mathew Ward, que tocó versiones folk de las canciones indie favoritas de la pareja durante la ceremonia y el cóctel, como «Northern Sky» de Nick Drake.

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De la decoración floral se encargaron Huis Clos Interiorismo junto a la Floristería Alba. El estilo seguía la línea del ramo de la novia: rosas austin, rosas pitiminí y tonos empolvados combinados con flores silvestres. Además eligieron pequeños ramitos colocados en botellas talladas de cristal de estilo vintage. Todo encajaba, incluso las invitaciones, minutas y sitting plan fueron creadas a partir de la corona de Rebeca y gracias al arte de Adrián Madrid.

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La pareja delegó la gastronomía a Boketé para el aperitivo y la cena. Confiesan que fue todo un acierto ya que adaptaron el menú a sus gustos y preferencias por completo. La comida además de estar exquisita, tuvo una presentación 10. Una simbiosis perfecta entre la cocina tradicional gallega y la cocina creativa contemporánea.

La cena tuvo lugar en el mismo Pazo de Sergude, protegidos por una sensacional carpa transparente con techo iluminado con luces de verbena. Un resultado único en pleno bosque que no pasó desapercibido para nadie, pero mucho menos para el fotógrafo Adrián Madrid, quien supo captar perfectamente la esencia del lugar.

Rebeca le entregó el ramo a su prima como muestra de agradecimiento por todo lo que se implicó en la boda, viviendo su boda como si fuera la suya propia. Aunque también tuvo detalles con sus amigas solteras y su cuñada: ramos de menor tamaño entregados al son de la divertida canción «Single Ladies» de Beyoncé.

Para el resto de invitados decidieron entregar regalos muy dispares: las clásicas bailarinas, pajaritas estampadas para ellos, bolsas de tela con las iniciales de los novios, mantas y unos preciosos jabones.

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Hubo muchos momentos especiales pero destacaría el momento en que la novia se subió a cantar con sus amigas “Mi vida en rosa” de Los Romeos junto con Not Only Shills. Y tras esto, llegó el momento del vals, en el que no hubo lugar para la planificación porque fue totalmente improvisado. La pareja se miró y comenzó a bailar al ritmo de «Brindo» de Devendra Banhart.

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Espero que hayáis disfrutado de esta boda tan singular tanto como yo.

¡Mil felicidades Rebeca y Diego!

Un besote, Ana.

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