Notas de Estilo desde Colombiamoda, 1

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Anotaciones de una escritora y crítica sobre el primer día de la semana de la moda de Colombia. 

Vanessa Rosales

Entre los muchos efectos que tiene la moda entre sus adherentes, la inseguridad es un sentimiento frecuente pero no siempre fácil de ver. “Comprar ropa es navegar una cadena alimenticia de deseo”, escribió Judith Thurman. Los eventos de moda están llenos de individuos que están preparados para hacerse ver. Pero si llevamos la moda a su sentido moderno, podemos refrescar que ella es, para su seguidor, una especie de péndulo: el deseo permanente de distinguirse pero también de pertenecer. ¿Es apropiado mi ensamble? ¿Estaré bien vestido? ¿He hecho el cálculo correcto entre mi vestir de hoy y las expectativas que se tienen de mi figura? ¿Me visto para camuflarme o para anunciar, con contundencia, mi presencia?

La camada de la moda no es exactamente tímida, pero debajo del brillo es probable que haya, con frecuencia, ese trémulo rastro de duda – ese que late dentro de todo aquel que escoge asistir a uno de estos eventos. La auto-confianza es el mejor complemento, dictan las voces amistosas, pero la auto-duda es ineludible cuando el terreno de navegación es la apariencia.

Colombiamoda no es la excepción. Aunque la feria más importante de moda en Colombia posee un extraño elemento de comercio tan explícito y tan particular que el seguidor de moda más radical puede encogerse ante una asociación tan desvergonzada entre moda y comercialización. No porque la moda no sea exactamente lo que es – en el fondo, un lucrativo y titánico negocio – sino porque en su historia moderna, la relación con el comercio se ha construido sobre la sutileza de que la moda, con sus artesanías materiales, sus posibilidades en el terreno del concepto y su conexión con la identidad de toda gama es algo más que telas hechas formas para vestir el mortal cuerpo humano que se someten a grandes ventas.

Pero Colombia no es Europa, ni Norteamérica y la palabra moda tiene, en nuestro contexto, connotaciones que pueden leerse dentro de lo que sucede en Colombiamoda. De hecho, que Colombia esté construyendo su propia cultura de moda tiene que ver con el hecho de que vivimos en un mundo donde la moda es ubicua como nunca antes y que hoy, su esencia sea global y descentralizada. Un país como Colombia es, por tradición, un extranjero en el universo de la alta moda; uno de los muchos lugares de la periferia del sistema tradicional de la moda – (sistema que se concentra en Nueva York, Londres, Milán y París). Pero como tantos otros lugares – Alemania, Turquía, Indonesia, Chile, Argentina – hoy Colombia es otro punto geográfico que se ha dejado contagiar por la idolatría y el entusiasmo actual por la moda. Por ende, como no pertenece al sistema tradicional, la moda en Colombia sólo puede ser reflejo de ella misma. De su propio movimiento pendular entre pertenecer y distinguirse.

Al fervor del mediodía, Plaza Mayor es un hervidero de individuos, puntos de comida, stands comerciales, reporteros afanados, fotógrafos acalorados, modelos espigadas en sandalias y botines. A primera impresión, el espacio es un contenedor tipo bazar, con personas que comen y beben, miran y esperan para ver algo que colme el apetito de participar en un encuentro menos estético y más social.

En Colombia, la palabra moda se fragmenta en piezas que aún estamos sorteando cómo ensamblar. Por un lado, se encuentra el vasto espacio de la feria que acoge generosamente todo tipo de comerciantes más o menos relacionados con el mundo del vestir y la estética. (La mirada rápida atrapa hombres bien formados posando en calzoncillos, túnicas con estampados tribales o espacios construidos por grandes marcas como Chevignon). Luego están las pasarelas, este año con menos relieve en una presencia estelar como la de Haider Ackermann – cuya notoria inversión financiera del año pasado dejó en los acudientes la impresión de que lo visto, en la pasarela inaugural, no era más que un revival en vivo de lo que seguidores de moda afiebrados ya conocían del diseñador gracias a las imágenes digitales.

En el espectro del diseño están nombres como Andrés Pajón, con dos hombres jóvenes ensayando crear una visión sartorial para una mujer intrínsecamente latina en su elegancia; Bastardo, New Cross y Ashes – la prueba de que en Colombia existen gustos por la vanguardia à la escuela de Amberes, los gustos que explican ciertas estéticas más oscuras y comprendidas por un segmento convencido pero pequeño. También están nombres rutilantes como Polite, cuya última colección, exhibida en el Vogue Talents Corner es una muestra de cómo evoluciona la mente de un hombre con la predisposición sensible del artista.

Nuevos nombres como Flor Amazona – que canaliza su fusión de globalidad y tropicalismo a través de complementos de tonos en oro violento y visiones ópticas de sabidurías indígenas – y Andrea Landa – que hace del cuero un elemento prolijamente bohemio y femenino – anuncian también nuevas direcciones de la moda colombiana. Renata Lozano, por ejemplo, es una de las diseñadoras que mejor traduce el apetito sartorial de la mujer colombiana – que mezcla elementos de una feminidad arquetípica (suave, delicada) con un power dressing más europeo y afilado. Porque si bien es cierto que la moda en Colombia sólo puede ser reflejo de nuestra cultura local, también es cierto que muchas mujeres colombianas incluyen en su vida una amalgama de inspiraciones distintas – desde el abanico de la abuela, el tejido de la mujer indígena, hasta la belleza del vestir extranjero que nos atrapa.

Está también una pequeñísima parte de esta moda colombiana que reluce bajo el aura mítica de Vogue. De allí que su directora, Kelly Talamas, vestida de Sonia Rykiel, en pasteles y silueta deportiva, haya inaugurado, junto a la editora en Colombia, Valerie Mattos, un rincón que celebra y exalta unas visiones más alineadas con la forma como se lee la moda en el paisaje global. Esa ínfima porción, gloriosamente vestida, fantástica en sus combinaciones y poseedoras de un conocimiento que es una alquimia de influencias y posibilidades, se reunió ayer en el Vogue Talents Corner. Que Vogue Latinoamérica haya intensificado sus reportajes y presencia en Colombia, es prueba de que otra característica de una sección de la moda colombiana es la búsqueda por converger con los pulsos de la moda global.

Aquí, en Colombia, donde la mayoría de las mujeres no comprenden ni pueden acceder a las estéticas exquisitas, eclécticas y vibrantes de Vogue, moda se entiende más en formato de marca, de hacerse ver, de comercializar prendas de mediana manufactura. De allí que Custo Barcelona, a quien la camada de moda celebró a medio día en un almuerzo en el Museo de Arte Moderno, haya sido una de las pasarelas primordiales del primer día. La colección en escena, más un cóctel de colecciones diversas, tal vez apelan con su grafismo y colorismo a cierto tipo de mujer de Medellín; temeraria a la hora de dejarse ver, creyente de que moda es exhibición y una estética conspicua.

Un reportero escribió hace unos meses que la mayoría de las personas que asisten a los desfiles no van a estudiar las colecciones, ni a examinarlas o entenderlas. El caso en punto era para Nueva York, pero el escritor insistía, con cierto desprecio, de que las personas van a ver y ser vistas. La premisa bien puede aplicarse a Colombiamoda donde pocas miradas se preocupan por entender qué sucede con el diseño nacional, cómo juzgarlo, a quien va dirigido, cuál es su relación con la cotidianidad del vestir promedio. Rocío Arias Hoffman encabeza ese lente de escrutinio, especializado en el panorama del diseño colombiano. Y por otro lado, una enriquecida gama de periodistas, impresos y digitales, persisten en reportar lo que sucede adentro de la feria. Su entusiasmo es valorable y su persistencia temática habla también sobre el creciente interés por el tema en nuestro país.

Que la mayoría de los acudientes estén en Colombiamoda más por apetito social que por la moda en sí y que la comercialización sea tan frontalmente rampante habla sobre un concepto de moda que brota cada vez más pero que, en esencia, sigue embrionario, en formación.

 

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Laura Echavarría, una mujer de estilo y sustancia.

photo 5Mujeres Vogue, tres figuras: Directora, Editora, Escritora.

photo 4 (1)La fabulosa Gloria Saldarriaga.
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4 comentarios en “Notas de Estilo desde Colombiamoda, 1

  1. excelente comentario, sin duda alguna le das al mundo del estilo una perspectiva muy diferente a la común; tu punto de vista intelectual, nos permite a todos los que leemos tus entradas percibir aspectos exquisitos de la sociedad y la actualidad incluidos en el ámbito de la moda
    Es un placer leerte, Amo tu blog!!!

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