
Supongamos que me quede mucho por aprender, o tal vez no tanto.
Supongamos que el cielo no es de color azul y que el del mar comienza a cambiar a blanco.
Supongamos que tú no eres quien dices ser, y yo no soy quien tú crees que pueda llegar a ser.
Supongamos que eres una princesa, que vives en un gran castillo y casualmente aparece tu príncipe azul. Supongamos que existe ese príncipe azul, y que tu castillo también, pero que sólo te quedaste con esa vieja armadura que ahora recubre un corazón que antaño creía en cuentos de hadas.
Supongamos que el mundo esté repleto de valientes, que no conozcan un «no» por respuesta, y que se la jueguen, se arriesguen y no dejen que una palabra tan ambigua como el destino decida por ellos.
Supongamos también que los días no cuenten, que las horas no pasen y los minutos no resten, o viceversa.
Supongamos que la vida esté repleta de matices, de símbolos y signos que te guían hacia un teatro, que hace tiempo ya colgó el cartel de «aforo completo». Supongamos, que por un momento tú seas la protagonista de tu vida, que hayas olvidado el guión, y que…sí, te haya tocado improvisar.
Supongamos que esto es un blog de moda. Sólo supongámoslo.














Photos: JL Azorín
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