Fotografía: Matthew Pandolfe
Una visita íntima al showroom de CHANEL en Manhattan: vistazo a la colección de Alta Costura Primavera 2014
Vanessa Rosales
No existe, en el diccionario de la moda, una palabra con más poder simbólico que Chanel. El nombre, la imagen de la doble C, el perfume con silueta Art Deco, la visión de la cartera 2.55, las fotografías a blanco y negro de una mujer peli oscura, delgada, adornada en perlas, ligeramente altiva y vestida siempre con elegante simpleza, tienen todos y siempre un efecto incomparable sobre las mujeres más diversas.
Ninguno de los titanes de la moda histórica – como Dior, Balenciaga, Poiret o Vionett – parecen poseer la cualidad de talismán que tiene el logo de la doble C. Las personas que han estudiado su vida y su obra, comprenden que una de las maravillas de la francesa compleja y femenina que se inventó ese símbolo, eternamente vivo entre nosotros, fue capaz de crear algo que está situado por fuera del tiempo.
Holly Brubach lo señaló en 1984, cuando la casa renacía bajo Karl Lagerfeld, cuando escribió que Chanel se mantuvo al margen de la moda – cuya naturaleza es efímera, volátil, buscadora del cambio y siempre apetitosa. Lo que Chanel hizo fue inventar un estilo, que tiene esa cualidad misteriosa de aquello que es lúcido y relevante, independiente del momento. La magia de ese estilo es que, en el fondo, es una filosofía para la vida de las mujeres.
Viste con poca espectacularidad. Viste más bien simplemente y adorna esa simpleza de joyas que agreguen un elemento afilado e interesante a las prendas que no lo poseen. Viste para tener libertad de movimiento; para ser femenina y encantadora, pero también para poder moverte, pensar y ser – más allá de la apariencia. La mujer Chanel tiene una elegancia que va más allá de los gestos y las ropas – es la elegancia de la mujer que busca tener una vida propia.
La filosofía de Chanel tiene algo más. Algo que ni Dior, ni Balenciaga, ni Yves Saint Laurent jamás pudieron tener: poder ser una mujer y luchar por tener una vida como una mujer, femenina, cultivada, pensante e independiente. Todo aquello que perdura en nuestra memoria de Chanel – los brazaletes de inspiración rusa, los abrigos con acabados de piel, los pantalones y las faldas plisadas, las cuerdas jugosas de perlas, el vestidito negro, sus perfumes, la cartera en oro y negro y su inmortal traje de paño – fueron todas prendas que entraron en su propio cuerpo y su propia experiencia.
Chanel siempre fue su mejor modelo. Por eso, su ropa era algo más que una expresión de diseño: era la forma cómo narraba su vida, la forma cómo capturó las necesidades de las mujeres de su época. Cuando Chanel regresó a la Alta Costura, quince años después de su silencioso exilio, nació una de sus grandes estampas: el traje Chanel. Algunos ojos vieron en ese retorno un reciclaje pasado de moda; las editoras inteligentes vieron lo que realmente era: una oda a un estilo que va más allá de las tendencias y que toca los nervios profundos de la experiencia femenina.
La mayoría de las mujeres buscan prendas o ensambles que las hagan sentir seguras y bien vestidas, piezas eternas que vivan con ellas a lo largo de su biografía. La Alta Costura de Chanel estuvo siempre cargada de esos principios. La preciosura de sus bordados, la ensoñadora naturaleza de sus brillos, tuvo que ver también con su linaje de costurera francesa y con la intervención rusa que hubo, durante años, en la casa Chanel.
En el mundo actual, la Alta Costura es un terreno de la moda que ha perdido fuerza. La de Chanel, bajo la interpretación de Karl Lagerfeld, sin embargo, se conserva como uno de las fantasías más poderosas en la imaginación de una mujer. Toda mujer que entre a estos dominios – una habitación llena de luces y dotada de espejos precisos, con cajas generosas que nos recuerdan que la Alta Costura viene empacada de esta manera – entra también al terreno de su pasión por la belleza.
Una tarde de febrero, en Manhattan, la vista absorbe la última colección de Alta Costura de Chanel, adentro del showroom sereno. Las iridiscencias y transparencias en los detalles ínfimos, los colores endulzados, las referencias modernizadas del clasicismo Chanel – un traje lavanda metalizado, otro en color de rosa que evoca aves de un paraíso – las construcciones a mano, de brillos y pedacitos luminosos que cuelgan majestuosos en los ganchos. Adentro de este dominio, la mujer que observa estos vestidos de elegancia magnífica, hechos a mano, construidos con preciosidad detallista, recuerda que el estilo, en el fondo, es un camino femenino por rodear su vida de una belleza sin tiempo.
Me encanta! y lo mas importante, cuanta razón tienes!
http://dayandstyle.wordpress.com
Que bonito…las fotografías…lo que leo…el contenido…la historia….SUPER¡¡¡¡
Súper¡¡¡¡ que bien¡¡¡¡