DESPEDIDAS

Tamborileaba con los dedos sobre la mesa “¿Cuándo me tocará? Tengo que llegar a tiempo…”
Y un nombre, y otro nombre; pero ninguno era el suyo.
Y de repente la nombraron. Un vuelco al corazón.
Siempre ocurre así, días que pasan con pena más que gloria y de repente, un día en el que no caben las emociones.
No se jugaba gran cosa en ese examen pero no por ello dejaba de ser importante.
Al levantarse se dio cuenta de que no estaba en el mundo, estaba en otro lugar en el que su cuerpo no pesaba pero su interior la asfixiaba por salir, y sin saber cómo llego a la mesa del profesor y cantó un tema, y respondió a duras penas las preguntas sobre impuestos y tributos que nunca más recordará.
Aprobada.
Y desde ese momento sólo recuerda correr, correr… y coger un autobús que olvidó pagar; y pagar una chocolatina que olvidó guardar en el bolso.
Y así, deprisa, con un chocolate casi derretida en la mano, con tantas imágenes y recuerdos en su mente, e infringiendo, sólo un poquito, la ley llegó.
 
Èl ya había hecho el macuto el día anterior.
Sus planes y su mente corrían más que el presente. Siempre iba por delante.
Ella se lo había dicho alguna vez y sabía que era verdad, a veces planeamos tanto que olvidamos disfrutar lo que nos rodea, el ahora.
Pero estaba decidido. Unos meses antes quiso irse lejos. Ahora seguía convencido así que no entendía esa especie de sentimiento que le ahogaba y le retenía.
Miró su habitación, cogió su mochila y con un “Ciao!” salió.
No estaba acostumbrado a coger el autobús en esa ciudad, pero era lo más rápido, y el aeropuerto no estaba lejos. Allí sentado, observando a la gente, se acordó de ella. Estaba en un examen. Él debería hacerlos también; pero no; se iba. A lo mejor volvía más adelante. “Ya veremos” pensó. Si no tuviera examen seguro que hubiera venido a despedirme. Quién sabe, igual se presenta; siempre estuvo un poco loca.
Llegó tan rápido que tenía que esperar. Era un aeropuerto pequeño. Facturó y se sentó.
A veces pensar juega malas pasadas, y se desilusionó al no verla allí.
Tristeza, es posible que eso fuera lo que sentía.
 
 
Ella tenía miedo de no llegar a tiempo. Entro corriendo, tropezó con turistas alemanes, british y de lugares que jamás habría imaginado.
Le buscó en la zona de facturación, y en la zona de espera. No estaba. Ya se había ido.
Frente a la cola del control se paró a buscar su móvil en el bolso. En su mano aún tenía la chocolatina.
Levantó la mirada y allí estaba.
“¡¡Eeeeeeh!! ¡Tú! ¿Pensabas irte sin despedirte?”
Y él la miró. Con eso ya había valido la pena.

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