Despertar

Lunes. 

Es ese sonido que marca un nuevo día y que tan poco me gusta. 

Sigue sonando… y suena y suena. 

Imagino que no va conmigo y continúo a lo mío; paz. 

Pero de pronto tomo conciencia de que si, soy su destinatario; y trato de abrir los ojos, pero no puedo. 

Sigue sonando. Sé que sólo parará cuando abra los ojos por fin. 

Y eso hago. Y con la mirada perdida en la oscuridad me doy cuenta de que es la hora. 

Deslizo el brazo bajo el edredón. Dentro es distinto, como un universo aparte donde el mundo de los horarios no existe. O más bien, yo no existo para ese frío mundo. 

Pero es inevitable, antes o después tendremos que encontrarnos otra vez, dejando de pertenecer a mi imaginario. 

Cierro los ojos. Giro sobre mí misma y me pliego, me encojo hasta que siento ser una bolita. 

Si, es cierto. El mundo existe, y me espera. 

Me incorporo lentamente y busco a tientas las zapatillas con los pies. Cuando las encuentro me levanto, con los pies a buen recaudo, y voy hacia el ventanal 

Al levantar la persiana una suave luz azulada baña la habitación. 

Abro la ventana. Hace frío. 

Saco la cabeza y el viento me golpea en la cara, despertándome en un instante. 

Cojo mi vaso de agua de la mesilla de noche y doy un sorbo mientras veo los coches de faros iluminados pasar. 

El agua, helada, atraviesa mi garganta hasta el estómago vacío. Siento el líquido descender y el olor a mañana gélida me inunda. 

Buenos días.

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