Este fin de semana tuve la suerte de visitar el Castillo del Buen Amor, un lugar precioso que tienes que conocer si lo que buscas es una escapada tan tranquila como romántica.
Necesitaba desconectar un poco, me lo estaba pidiendo el cuerpo y la cabeza a gritos. Buscaba, además, un sitio en medio de la nada lejos del ruido y el calor del asfalto que me permitiera celebrar junto con mi novio su cumpleaños especialmente especial, aunque suene redundante. La vida hay que celebrarla, ese es mi lema.
Desde Madrid en aproximadamente 2 horas ya habíamos llegado al Castillo del Buen Amor, Salamanca. Todo hay que decirlo, nos libramos del super atasco por los pelos, tenía claro que quería darme un chapuzón cuanto antes en la piscinaza que había visto en la web del hotel, así que el viernes a eso de las 12 ya estábamos en carretera. ¿A quién se le ocurre planear un viaje en plena operación salida? A mí.
Fue llegar y quedarnos sin habla. Cada uno en lo suyo. Mi novio, que es arquitecto y tiene una sensibilidad especial para los espacios, observaba con detenimiento la construcción y el magnífico estado en el que se encontraba este Monumento Histórico Artístico que data sus orígenes en el año 1.227. Yo, mientras, me imaginaba lunas de miel y bodas en todos sus espacios. Cada uno es como es, oigan.
El laberinto lo descubrimos más tarde paseando a última hora del día, con una copa de vino de Toro en la mano y el móvil apagado.
Y hubo algo en lo que coincidimos sin debate. El Castillo debía ser precioso todas las épocas del año, sin que el frío o la lluvia le despojase de su indescriptible encanto. Lo comprobé al llegar a casa buscando fotos en internet. Verano, otoño, invierno y primavera. Todas.
Y ese encanto no solo descansa en su fachada, sino que se extiende a sus 40 habitaciones (diferentes todas ellas), al relato de su fascinante historia (su denominación no es casual ni baladí) y a la extensión de tierra que le rodea.
Jamás lo hubiéramos conocido así, ni nosotros ni los miles de huéspedes que han pasado por el castillo desde 2003, si en 1958 la familia Fernández de Troconiz no lo hubiera salvado, con gran esfuerzo y esmero en su reconstrucción y restauración, de una ruina absoluta al que estaba vaticinado el Castillo del Buen Amor.
Pero no importa que yo os lo cuente, tenéis que descubrirlo vosotros mismos.
Un besote, Ana.
Espectacular Ana! Me ha encantado, me lo apunto en mi agenda de imprescindibles para hacer una pequeña escapada. Un beso.
Qué maravilla!!!! Todo es fantástico!!!
Qué maravilla de sitio!!!!!!!!
Pues es precioso en cualquier estación del año. Muy bonito.
http://www.strending.com
Es como un cuento!! que preciosidad por favor! desde luego un destino obligatorio para visitar, menuda joya!. Un saludo!!!